Me gustaría utilizar las palabras de mi amigo Jofre Porta para introducir unos conceptos que son cruciales a la hora de disfrutar y tener éxito en el tenis como jugador y entrenador, desde el punto de vista mental. Sobre todo si deseas que este éxito sea duradero.
Jofre comenta en su muro de Facebook “Intentamos educar en el esfuerzo, no en el resultado”
Completamente de acuerdo porque el que se centra sólo en el resultado es como el que construye una casa empezando por el tejado. Es insostenible. Me explico. El resultado siempre es consecuencia de algo que hemos hecho antes. Así como el tejado de una casa necesita antes los muros y los cimientos que lo sostengan. Claro, la casa sólo tiene sentido con un tejado, si no no es casa, es una obra sin terminar. Igualmente todo lo que hacemos, pensamos y sentimos tiene sentido hacia un resultado, sino para qué hacer y deshacer. La frase “el camino es la meta pero sin meta no hay camino” nos comprime la idea que aquí quiero transmitir. Tanto el camino como la meta son importantes, luego tanto el esfuerzo como el resultado son también importantes.
El problema es cuando el resultado o la meta toman un protagonismo que resulta disfuncional. Y es que un resultado en sí mismo, no constituye ningún problema. El problema lo creamos nosotros con nuestra interpretación sobre los resultados. Los seres humanos estamos continuamente produciendo resultados. Podríamos decir que somos máquinas de producir resultados o mejor dicho, no nos es posible dejar de producir resultados. El problema se crea cuando los resultados que producimos no nos gustan o no son los esperados. Aquí entramos en el núcleo de la cuestión. En el núcleo de por qué uno de los mejores entrenadores de tenis, como es Jofre, afirma que no quiere educar en el resultado…de por qué los resultados pueden resultar un problema si toman protagonismo.
Cuando tenemos resultados que nos gustan y no nos gustan, empezamos a interpretarlos como buenos y malos, acertados y no acertados para conseguir un objetivo. ¿Y por qué esto puede ser un problema? Muy fácil, porque sólo enfocamos toda nuestra energía, nuestros pensamientos, emociones y acciones en el resultado deseado, en los resultados buenos y acertados, calificando como malo, error o fracaso todo lo que no es el resultado deseado. En verdad, nos gustaría eliminar todos los resultados malos y quedarnos sólo con los buenos.
Si el resultado es bueno y lo mantenemos, entonces nos sentimos confiados, enérgicos, nos refuerza en seguir y en esforzarnos. Estamos confiados, equilibrados, sueltos, con energía y seguros de nosotros mismos. Si el resultado es malo, entonces nos mostramos preocupados, inseguros, desequilibrados, descontentos, estresados y bloqueados porque no queremos que sea así y mucho menos si los resultados malos se prolongan en el tiempo. Entonces tendemos a frustrarnos, a no esforzarnos (total para qué) y a resignar si el resultado que deseamos tarda en aparecer o no aparece durante largo tiempo.
Esto significa que tener un buen resultado o no tenerlo, acertar o fallar, hacerlo bien o mal, ganar o perder obtiene una importancia única e unidireccional, imposible de mantener y que además influye en nuestro estado de ánimo, en nuestro grado de compromiso, en la imagen que tenemos de nosotros mismos y como muy bien dice Jofre, en nuestra actitud ante el resultado.
Por eso Jofre apela en su mensaje a minimizar el efecto que nos produce emocionalmente la derrota, pero también la victoria. Es decir la influencia del resultado, cualquiera que sea, sobre nuestra forma de pensar, sentir o actuar. Y esto es la clave del alto rendimiento y del éxito. Cuánto más tienes en cuenta el resultado, sin que éste te influya, tanto más éxito tendrás. Esa es la maestría y además es algo que TODOS hemos sabido hacer ya antes. Y me preguntarás, pero Maite, ¿cómo no me va a importar el resultado, si lo que hago es deporte de competicióny el resultado es vital, además de visible y medible?, ¿qué quieres decir exactamente con ello? Y si realmente la clave del éxito es que no me influya el resultado, ¿cómo puedo llegar a ello y cuándo he sabido ya hacerlo, como tú afirmas?
En cuanto a la primera pregunta: ¿cómo no me va a importar el resultado, si lo que hago es deporte de competicióny el resultado es vital, además de visible y medible?, ¿qué quieres decir exactamente con ello? Lo que quiero decir es que, por supuesto, el resultado es importantísimo pero tal y como lo manejamos mentalmente en nuestra sociedad y en el deporte de competición, no funciona para tener éxito porque como ya dije, el resultado deseado adquiere un poder y un protagonismo desmesurado que influye en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Esta es la clave: ¡Cuánto menos te influya o estés condicionado por el resultado deseado, tanto más podrás obtenerlo y más éxito tendrás! Esta es la paradoja de la vida, sólo puedes tener aquello que no necesitas o no piensas que estás obligado a obtener.
Llegados a este punto es necesario que te explique cuáles son los 3 errores que te impiden liberarte del resultado para conseguir el resultado deseado, y así contestar a la segunda pregunta: ¿cómo puedo llegar a que no me influya el resultado y cuándo supe hacerlo antes?
Error 1:
No aceptar todos los resultados como parte del juego y como imprescindibles para tu éxito. Puesto que clasificamos nuestros resultados como buenos y malos, como éxitos y fracasos, tendemos a querer controlarlos y a querer evitar errores y a no querer perder o sólo querer ganar. Lo que es lógico porque a nadie le gusta ser perdedor, de hecho no lo somos (esto es sólo un constructo mental que nos hemos creado). Puesto que nos movemos en un mundo de dualidades, nos resulta imposible reconocer algo sin conocer o experimentar su contario. Es decir, la otra cara de la moneda. Sólo sabemos que es de día porque conocemos la noche. El acierto porque existe el error. Conocemos el éxito porque hay también fracaso. Si sólo hubiese luz nos resultaría imposible saber que es de día porque sin algo que sea “la existencia de no luz”, la “existencia de luz” sería irreconocible. Necesitamos experimentar la existencia de la noche o la oscuridad para poder percibir la luz del dia. Lo mismo ocurre con el éxito. No podríamos reconocer el éxito, si no conocemos el fracaso. De hecho es imposible tener éxito sin fracaso. No podríamos conocer lo que funciona, si no experimentamos lo que no funciona. Así que el primer paso que tienes que dar es dejar de querer controlar los resultados, si no aceptarlos todos como parte del juego y del proceso de aprendizaje. Si no, no evolucionarás. Es necesario que sepas estar con todos los resultados que tienes en tu camino a tu meta porque ellos te indicarán lo que funciona y no funciona para conseguir el resultado deseado. Tenemos ejemplos ilustres de esta teoría y de la que hoy en día disfrutamos todos. Thomas Alva Edison, el inventor de la bombilla eléctrica, tuvo que desarrollar más de 300 teorías y tuvo mil bombillas fracasadas antes de desarrollar una lámpara incandescente eficiente. Gracias a su compromiso al 100% con el resultado de inventar una bombilla que estuviera encendida durante mucho tiempo y no sólo unas horas, tenemos hoy la luz eléctrica. Un invento que ha revolucionado nuestra forma de vivir. «No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos». Estas fueron las palabras de Edison cuando dio a conocer al mundo el proceso por el cual había conseguido crear la bombilla incandescente de alta resistencia.
Error 2:
Interpretar los resultados como positivos y negativos, en vez de como resultados simplemente sin el apelativo de “negativo” y “positivo”. Sólo con el hecho de evaluar y calificar los resultados, queremos forzar que la moneda caiga sólo por una cara, la del éxito y la del acierto pero no la del fracaso y el error. Esto nos bloquea y no nos permite jugar al 100% lo que significa que nos frenamos a la hora de cumplir con las condiciones que requiere un resultado. Es decir, en dar los mil pasos, como dice Edison, para conseguir el resultado. Nosotros pensamos que son fallos, que no deberían pasar, que nos alejan del éxito, que nos frustran y desmotivan. En vez de darnos más ánimo porque ya hemos dado un paso más, somos ricos en una experiencia más para averiguar lo que funciona y no funciona. Así fuimos de bebés. Esta analogía me gusta mucho porque es muy ilustrativa. Si observamos a un niño aprendiendo a andar, no le oímos quejarse o sufrir, esforzarse o sacrificarse para aprender a andar. Tampoco le vemos desmotivado, quejándose de lo malo que es andando o resignado diciendo que jamás lo logrará. Lo que vemos es un niño jugando, disfrutando de todos sus movimientos, ávido de experimentar su cuerpo, las distintas cosas de su alrededor y riendo o llorando si se cae o se hace daño para levantarse y seguir jugando con la misma intensidad y energía. Simplemente es y se mueve, no juzga, si dar unos pasitos es mejor o un acierto con respecto a gatear. Toma todos los resultados que produce y todas las dificultades como son sin juzgarlos y evaluarlos. Simplemente está con todos los elementos, la escalera, la mesa, papá y mamá que le animan a dar otro paso más. Todos hemos aprendido a andar así. Ninguno nos hemos frustrado o hemos pensando que somos malos andadores o que teníamos que sacrificarnos o esforzarnos en aprender. ¿Y por qué hemos perdido esta habilidad? Aquí entramos en el tercer error.
Error 3:
Identificarnos con nuestros resultados. Darnos valor como personas a través del resultado. Algo que aprendemos a lo largo de nuestro desarrollo es que eres lo que tienes y haces. Y TODOS pensamos así, con más o menos intensidad en más o menos momentos. A eso se refiere mi amigo Jofre, cuando escribe: ¡No puede bajar la autoestima si utilizamos como unidad de medida algo que podemos controlar: el esfuerzo!
Y qué razón tiene Jofre, porque el problema es que realmente nuestra mente consciente, nuestro Ego, quiere hacer medible algo que no se puede medir con todo lo que nuestro entendimiento o mente consciente podría acertar a entender. No hay medida válida para calcular nuestro valor como personas. Ni lo que hago, ni lo que tengo son medidas adecuadas. Para ello, os quiero mostrar un modelo desarrollado por Stephan y María Craemer que de forma gráfica explica porque nuestro ser no es medible o las medidas que utilizamos nos delimitan en nuestro éxito.
Aquí en la imagen veis tres círculos. El primero, el “Ser” es el primero porque primero existimos, somos. Y como existimos podemos hacer cosas, por eso la flecha 1 va del “ser” al “hacer”. Por e j.: como existimos podemos llorar, reír, esforzarnos, trabajar, entrenar, etc. y porque hacemos, podremos tener algo. Por eso, la flecha 2 va del “hacer” al “tener”. Porque lloro tengo consuelo o comida si soy un bebé. Porque trabajo tengo dinero. Porque me esfuerzo, tengo un buen resultado de torneo. Y porque tengo puedo volver a hacer (flecha 3). Si tengo dinero, puedo comprar una casa, si tengo buen resultado de torneo, tengo mejor ranking y podré jugar torneos mejores. También por “ser” puedo “tener” algo (flecha 4), por ej. Por existir, tengo padres. Lo que no vemos en la imagen y según nuestra forma lógica de pensar, es una flecha que vaya del “hacer” y “tener” hacia el “ser”. Luego no somos lo que hacemos y tenemos, si no que somos la fuente de lo que hacemos y tenemos. Somos el origen de todo lo que hacemos y tenemos. ¡TÙ no eres tus resultados, si no el origen de ellos! Este punto de vista es revolucionario y pionero. Si vives según este punto de vista y siguiendo esta perspectiva, te liberas de los resultados porque tienes resultados pero tú no eres tus resultados. La ventaja es obvia, mentalmente te liberas de la influencia de lo que haces y de lo que tienes, al no identificarte con ello, al no ponerte tú en duda, al no devaluarte por los resultados que no deseas, al no sentirte culpable, al no medir tu valor como persona con nada de lo que haces, ni de lo que tienes. Tanto de lo que te gusta y estás orgulloso, como de lo que no te gusta y te arrepientes. De esta manera puedes dirigir y examinar tu vida más libremente con respecto a los resultados que quieres tener. Porque, por ejemplo, el no esforzarte o sacrificarte, no lo evalúas como algo negativo de tu persona, ni te sientes mal por no esforzarte, ni sacrificarte. Si partes de la idea de que tú eres el origen del esfuerzo o no esfuerzo y no eres el esfuerzo o no esfuerzo en sí mismo, tendrás la libertad mental de pensar, qué es lo que te impide esforzarte para conseguir el resultado deseado, si es que querías esforzarte. Esto te permite examinar, sin cuestionar tu valía como persona, qué es exactamente lo que te hace hacer algo contrario a lo que aspiras y en este análisis entramos en que examines tu “ser” o lo que es lo mismo, tu intención. Es decir, puedes analizar con curiosidad y sin juzgarte a ti mismo, ni ponerte en entredicho, con qué intención haces unas cosas en vez de otras. Porque desde el “ser” puedes originar los resultados en la dirección que tú deseas. Pero si con los resultados quieres demostrar algo sobre ti mismo, entonces deja de ser un juego, sino que se vuelve algo sacrificado, de mucho esfuerzo, con presiones, angustias y miedos.
En conclusión, si aceptas todos los resultados como parte del juego, si no los evalúas como positivos y negativos, sino como necesarios para conseguir el objetivo que te has propuesto y además no te identificas con tus resultados
podrás tener un compromiso al 100% con tu objetivo sin que te pongas tenso, sin desmotivarte, sin bloquearte, sin frustrarte y podrás jugar el juego de conseguir tu objetivo con diversión, alegría, entrega, entusiasmo y curiosidad por saber lo que funciona y lo que no funciona. Podrás utilizar cualquier resultado para ti, para aprender y tener éxito, en vez de contra ti, para sentirte mal y fracasado. Esa es la maestría y la diferencia. Porque cuando eras niño lo hacías sin ser consciente y ahora lo haces de forma completamente consciente y madura. Esto te lleva a desarrollarte más como persona y a tener una herramienta poderosa en tus manos que te permite manejar mejor el timón de tu vida en la dirección que tu desees con diversión y entusiasmo en vez de angustia y miedo, según tu libre albedrio y voluntad. ¿No es fantástico? Con tu compromiso por el resultado y liberado mentalmente de su influencia, alcanzas tu grado máximo de expresión personal y de libertad consciente, porque tendrás más de lo que deseas sin que tus éxitos demuestren nada sobre ti.
¡Cuando el juego que juegas te gusta y no tiene de demostrar nada sobre ti mismo, no sientes que es esfuerzo, ni sacrificio, sino entrega, diversión y compromiso! Esa es una experiencia que hemos tenido todos alguna vez a lo largo de nuestra vida.
Si actuamos así, esto nos permite “potenciar la satisfacción por la actitud y el compromiso” como afirma también Jofre Porta en su portal de Facebook. Estos dos puntos, actitud y compromiso, los remarcan todos los entrenadores de éxito, también Toni Nadal en su libro “Todo se puede entrenar: los principios que han ayudado a Rafa Nadal y perseguir en el éxito”. Allí habla de una actitud correcta de satisfacción y de esforzarse con ilusión. También remarca la capacidad del ser humano de superar pruebas muy difíciles y de que él no tolera la dejadez, la queja y falta de esfuerzo. Sus afirmaciones, van en la misma línea de este artículo. ¿Por qué conformarse con una visión mediocre de uno mismo, si jugando el juego al 100% con entrega y compromiso se puede experimentar y obtener la máxima versión de uno mismo, aprovechando todos los talentos y potenciales? Si además sacar la mejor versión de uno mismo no nos resta en humildad, ni nos hace arrogantes o déspotas entonces habremos entendido los principios del éxito. La carrera tenística de Rafa Nadal es el ejemplo vivo de esta filosofía de vida y de trabajo.
La actitud será la de jugar al 100% con un compromiso total cumpliendo todas las condiciones que el juego y el resultado requieran. Es decir, haciendo lo que toca cuando toca con ilusión y entrega.
Cuanto más grande sea nuestro compromiso con el resultado y la intención de llevarlo a cabo, tanto menos nos importará cumplir con todas las condiciones requeridas para el resultado aunque estas supongan un sacrificio. La foto de la mano demacrada de Rafa es la materialización de esta frase. Es más, ni siquiera las percibiremos como sacrificio, si no como parte del juego. Y lo haremos con ilusión y entrega. Para terminar, sólo añadir, que con esta actitud y compromiso, es posible, si llegados a un punto no logramos los resultados deseados, volver a ver qué es lo que no funciona para hacerlo funcionar de nuevo, sin presión, ni miedos y minimizando el efecto que nos produce la derrota y la victoria. Esa es la verdadera fortaleza mental y la peculiaridad de una mente ganadora que nos asegura el éxito duradero.
Según todo lo expuesto, me gustaría dar un nuevo matiz a la frase de Jofre al principio del artículo, proponiendo el siguiente cambio: “Educamos en jugar al 100% con entrega y en entrenar el músculo del compromiso absoluto con el resultado“ y me alegra si mi artículo te apoya en alcanzar tus sueños con confianza plena en ti mismo, con total entrega y una actitud lúdica y apasionada en tu camino hacia la meta, haciendo cada día lo “imposible, posible”.
“Los escépticos prometen el intento
Los hombres de acción prometen lo posible
Los pioneros prometen lo imposible
En el intento existe la duda
En lo posible, la limitación
Y en lo imposible el juego” (Craemer)