VICENTE CUAIRÁN | TENNIS MIND INSTITUTE
Si tenemos en cuenta que el ser humano tiene dos finalidades básicas en la vida; la primera, buscar el placer, y la segunda, evitar el dolor parece lógico que nos sintamos tan bien cuando consideramos que nuestro tenis está a la altura de Federer o Nadal o ganamos y tan mal cuando creemos que nuestro tenis está a la altura del betún o perdemos.
La ecuación de la felicidad/dolor a simple vista parece ser bastante fácil de entender: Si gano o juego bien soy feliz y si pierdo o juego mal soy infeliz. Sin embargo esta formulación en ocasiones tiende a complicarse y resulta que tan bien me siento bien cuando gano y juego mal y me siento mal cuando pierdo y juego bien. Pero por si esto no fuera suficiente y para enredarlo un poco más también hay personas que cuando ganan y juegan mal se sientes infelices y otras que cuando pierden y y juegan bien se sientes felices. En definitiva que, al final, uno no sabe muy bien cuando tiene que sentirse feliz o infeliz en la pista.
La ecuación resumida de todas las posibles variables sería esta:
- GANO/JUEGO BIEN –> Felicidad.
- PIERDO/JUEGO MAL –> Infelicidad.
- GANO/JUEGO MAL –> Felicidad.
- PIERDO/JUEGO BIEN –> Infelicidad.
- GANO/JUEGO MAL –> Infelicidad.
- PIERDO/JUEGO BIEN –> Felicidad.
Quizás el problema no esté solo en elegir que variable es la que me puede o no me puede hacer más feliz o menos infeliz en la pista, al fin y al cabo cada uno elegirá una u otra variable en función de sus valores, principios y creencias personales. Si para mi ganar es lo más importante, la consecuencia lógica es que me sentiré más feliz cuando gane, independientemente de si juego bien o no. Por el contrario si yo valoro más mi desempeño en la pista que el resultado (que aunque pocos, como las meigas haberlos haylos) me importará mucho más y seré más feliz en función de si juego bien o mal que en función de si gano o pierdo el partido.
La raíz de la verdadera infelicidad común a casi todos los jugadores se da cuando tratan de buscar de manera obsesiva la felicidad en la pista. En denominador común de este tipo de jugadores suele ser un excesivo perfeccionismo. Les cuesta asumir que no pueden poner todas las bolas en la línea y les parece inadmisible fallar un bola fácil a media pista. Son jugadores con una muy baja tolerancia a la frustración ya que necesitan como prioridad vital hacerlo bien y ganar constantemente sin permitirse ningún fallo. Son jugadores que suelen tener una respuesta emocional muy alta, tanto cuando están alegres con gestos y verbalizaciones exageradas como cuando están furiosos con gestos y verbalizaciones ofensivas hacia si mismos, hacia su juego o incluso hacia aspectos externos (ya sea rival o entorno) o bien a través de conductas violentas ya sea golpeando la raqueta contra el suelo o golpeándose a ellos mismos. Además su diálogo interno suele elaborarse en torno a pensamientos de todo o nada. Si lo hago bien soy el mejor y si lo hago mal soy el peor sin posibilidad alguna de escalas intermedias. Siendo los mensajes que el jugador se da a si mismo son o muy positivos o muy negativos.
En alto rendimiento las tareas de desempeño se planifican buscando que el jugador consiga el reto de jugar bien y ganar. Pero esta búsqueda ha de hacerse de manera gradual y planificada. No es algo que se consiga de la noche a la mañana. En tu desarrollo como jugador (ya sea amateur o profesional) tienes la obligación de aprender que la perfección no existe, porque la perfección tienes que entenderla como una asíntota a la que se tiende y a la que te acercas cada vez más a medida que sigues entrenando y desarrollando todo tu desempeño como tenista.
Buscar la felicidad permanente de manera obsesiva es un error que no hace más que alimentar tu infelicidad en la pista. La promesa de la felicidad permanente es falsa. La vida y el tenis proporcionan felicidad pero también sufrimiento. Y ambas resultan necesarias ya que de las dos se aprende. Tienes que aprender que un partido de tenis son ciclos de felicidad y de infelicidad y que la duración de cada ciclo depende en buena parte de ti y de la actitud que manifiestes y de como interpretes las diferentes situaciones de partido. No existe el partido perfecto ni tampoco podrás ser siempre feliz durante la totalidad del mismo. Incluso habrá partidos en los que pases de la felicidad a la infelicidad en tan solo un segundo. Una bola que creías buenísima te hará feliz pero si tras la revisión o tras el canto de tu rival te la cantan mala puede que pases sin quererlo de la felicidad a la infelicidad en un abrir y cerrar de ojos.
La felicidad permanente no existe y eso es un hecho. La perfección tampoco. Y menos mal porque si fueras perfecto para que querrías seguir trabajando ¡ya lo haces todo bien! Alégrate de fallar (intenta fallar cada vez menos, eso sí) porque significa que todavía tienes algo por lo que luchar y seguir trabajando.
Te damos 6 claves para que trabajes tu felicidad en pista.
- Reconoce que no eres perfecto, que no lo serás nunca e interpretarlo como algo positivo que te brinda la oportunidad de continuar mejorando.
- Acepta tus fallos y errores como un elemento necesario en tu proceso de desarrollo como jugador.
- No te identifiques ni con tus fallos ni con tus aciertos. No eres un paquete por fallar una o varias bolas ni tampoco Nadal por hacer uno o varios golpes buenísimos.
- Acepta que los partidos tienen fases de buen juego y de mal juego. Cuantas más vueltas le des al hecho de fallar más durará la fase de mal juego y cuando antes aceptes tus fallos y te olvides de ellos antes volverá la fase de buen juego.
- Define tu felicidad entorno a criterios de desempeño y no de resultado.
- Establece un diálogo interno y unos hábitos de pensamiento positivos. Valórate en la justa medida de tu éxito en los buen momentos y motívate y acepta el reto de dar un poco más de ti en los malos momentos.
Alcanzar la felicidad en la pista no es una tarea fácil. Ésto lejos de representar un obstáculo es una ventaja que nos permite dar un poco más de nosotros. Solo merece la pena alcanzar aquello que únicamente podemos conseguir con alguna dificultad.
Cortesía de Tennis Mind Institute