MARC RAMON I CORNET / BARCELONA
Ernest Gulbis, el tenista letón que este año está empezando a demostrar todo lo que apuntaba, ha conseguido más repercusión con unas declaraciones suyas que con las 20 victorias que ha logrado este año incluyendo un torneo, Delray Beach, habiendo disputado incluso la previa.
Todos los medios se han hecho eco de sus declaraciones, tanto por el contenido como por las personas a las que iba dedicado, los cuatro grandes, Federer, Nadal, Murray y Djokovic. «Son jugadores aburridos. Desgraciadamente al tenis le falta gente con carácter. Les respeto pero, honestamente, son un coñazo«, señalaba el Letón.
No repasaremos aquí las hazañas de Gulbis, las que ha realizado tanto en las pistas como fuera de ellas, con algunos lamentables episodios en los que incluso ha tenido problemas con la ley. Los argumentos del letón son que no hay desafíos entre los jugadores, no hay «piques» como sí pueden verse en deportes como el boxeo.
Los argumentos que suelen utilizarse cuando Ernest Gulbis atiza a alguien con sus declaraciones o tienes actuaciones poco acertadas, es que sus orígenes son los de un chico mimado de una familia muy rica que ha tenido siempre todo lo que ha querido. Esa excusa tiene muy poco peso, sobre todo si pensamos que muchos de los tenistas de la década de los 80 o 90 también venían de familias muy adineradas, algo que ha cambiado estos últimos años con la popularización de este deporte. El ejemplo de Rafa Nadal, que forma parte de una familia bastante acomodada, debería ser un buen referente para el díscolo letón.
La educación en la pista y la diferencia del tenis con otros deportes
Ernest Gulbis ha señalado también que los «piques» y que haya cierta tensión entre los jugadores es bueno, una opinión respetable. El tenis es un deporte diferente, en el que el público siempre (o casi siempre) respeta a los tenistas, no se escuchan insultos, los jugadores siempre se dan la mano al finalizar el partido, no se aplauden los errores, los jugadores incluso felicitan a sus rivales con un buen golpe y en muchas ocasiones no hace falta ni la ayuda de un árbitro, los tenistas suelen demostrar siempre un gran «fair play». Se puede llevar a un hijo a un partido sin tener ningún miedo a lo que puede ver u oír en una grada. Los escupitajos, insultos, simulación de faltas, reproches, golpes…forman parte de otro tipo de deportes.
Fomentar el «pique» o dar titulares es otra cosa, no significa tachar a nadie de aburridos ni decir que alguien no tiene el nivel para ser el número uno. Jugadores como Djokovic han dicho recientemente que un día ganarán el Roland Garros o uno puede decir que alcanzará el número uno del mundo o que se siente superior a los otros en este momento, todo sin faltar al respeto a nadie.
Está claro que los dos grandes dominadores de los últimos años antes de la llegada de Djokovic, el suizo Federer y Rafa Nadal, han mostrado siempre un gran respeto el uno por el otro, pero los «piques» y la rivalidad también ha existido. En sus primeros duelos hubo tensión, reclamaciones de Federer al árbitro pidiendo que el español no hablara con su entrenador y cosas por el estilo. El abrazo de Nadal a Federer tras derrotarle en Australia y no poder soportar ver llorar al suizo daba más vueltas al mundo que cualquier amenaza o insulto entre jugadores de otro deporte. La relación que han mantenido durante estos años dos figuras como Nadal y Federer ha hecho un gran bien a este deporte, eso es incuestionable.
Lo más positivo es que dos jugadores que ya pueden ser considerados mitos del deporte han promocionado como nadie el deporte y han mostrado valores tan importantes como la educación y el respeto, además de fomentar dos fundaciones que ayudan a los más necesitados y que incluso en ocasiones han colaborado para lograr importantes acciones.
No todo el mundo puede ser mediático
En el pasado ha habido grandes rivalidades, quizá no con cuatro jugadores pero sin en ocasiones con tres grandes estrellas. Una de las más recordadas fue la de los norteamericanos Sampras y Agassi. Está claro que el palmarés de Sampras no lo puede igualar el de Las Vegas pero seguramente la repercusión mediática de Agassi fue mucho mayor.
Hay jugadores que son imagen para las marcas publicitarias, pero en ocasiones por distintos motivos. La clase de Federer le ha valido numerosos contratos, lo mismo que sucede con Nadal, aunque quizá con un target diferente, especialmente en sus inicios. Un marca de tanto peso como es Nike apostó por ellos dos fomentando su rivalidad, la del joven luchador que quiere destronar al tenista por excelencia.
El caso de Djokovic es también destacable, con un carácter bastante más abierto que el de Nadal, Federer o Murray. Es cierto que quizá le guste más el show, las bromas o las redes sociales, pero en la pista su seriedad y capacidad de sufrimiento en los partidos es por lo menos igual a la de sus tres rivales en el ranking ATP.
Hay tenistas con personalidades muy distintas, desde los que aportan siempre un show paralelo, como Monfils o Fognini, pero también otros a los que no les gustan para nada las bromas y se centran sólo en jugar, por ejemplo jugadores del corte de Ferrer y Davydenko. Cada uno hace su elección pero está claro que los seguidores se «mueren» por ver a jugadores como Nadal, Federer, Murray o Djokovic, aunque está claro que alguno transmite más sensaciones que otro.
Roma, un ejemplo claro
Quizá Gulbis considera que el público necesita jugadores como él, con un carácter más parecido al de John McEnroe, pero hay que recordarle que el fantástico jugador zurdo conquistó 7 trofeos individuales del Gran Slam y llegó a ser el número 1 del mundo. Quizá también se considera igual de gracioso en la pista como lo fue en su día Jimmy Connors, pero es que el americano demostró ser uno los tenistas más longevos y constantes de la historia jugando hasta pasados los 40 años y alcanzando más de 100 títulos, entre ellos 8 del Gran Slam.
Estas declaraciones llegan tras una dolorosa derrota en Roma ante Rafa Nadal, en un partido donde es evidente que tenía totalmente dominado al balear e incluso estuvo a punto de hacerle encajar un rosco. Todo apuntaba a una sorprendente victoria de Gulbis pero finalmente no fue así, porque Rafa Nadal se agarró como suele ser habitual a la pista y con lucha, esfuerzo y constancia acabó llevándose el partido, algo con más valor aún si tenemos en cuenta que acabaría alzándose una vez más con un Másters 1.000.
Precisamente la constancia es algo que la gente aprecia, aunque es cierto que a todos a veces nos gusta ver a nuevos talentos como Dimitrov Raonic o Nishikori, pero también es igual de cierto que la gente valora la increíble constancia y lucha que están demostrando especialmente Federer (que logró recuperar años después la primera posición), Nadal (que con una increíble persistencia destronó a Federer) y Djokovic (que finalmente acabó superando a los dos y se hizo con la primera plaza. También es un ejemplo para muchos lo que están demostrando jugadores como Tommy Robredo o Tommy Haas, jugadores que pasados la treintena han superado lesiones y vuelven a estar luchando con los mejores y por cierto, con un ranking superior al del jugador letón. Para rematarlo también Gulbis podría hacer el ejercicio de verse el partido de Robredo ante Monfils, precisamente el jugador francés que acaba de eliminar al letón en Roland Garros, en un partido que nunca debía haber perdido y que «regaló» cuando tenía dominado al francés. Robredo superó a Monfils con el apoyo de todo su público y salvando cuatro pelotas de partido.
Aportar algo al tenis
Seguro que Ernest Gulbis, auténtico ídolo en un país como letonia con menos de 3 millones de personas, espera dejar huella en el mundo del tenis. El gran nivel que está mostrando este año, con hazañas como las de Delray Beach o el nuevo «drive» que se ha inventado, serán comentadas en algunos medios especializados, pero para pasar a la historia le hará falta algo más. Un niño rico y con mucho talento necesita algo más que cuatro raquetas rotas y ruedas de prensa explosivas, ya que con este camino será olvidado rápidamente por la gente, como ya ha sucedido en innumerables ocasiones.